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El Camino es una experiencia en la que retamos a nuestro cuerpo. Llegamos a conocer nuestros límites poniendo en ocasiones un precio: el de nuestra salud.

¿Conocéis las dolencias más comunes que sufren los peregrinos?, ¿sabéis cómo solucionar estos problemas de salud?

Los roces o las ampollas son una de las dolencias que más afectan al peregrino. Sufrir o no sufrir este mal depende en gran medida de la calidad de la piel: algunas son especialmente sensibles y tienden a sufrir más los roces.

La combinación de calor, sudor y humedad es perfecta para la aparición de las ampollas.
La aplicación de vaselina o pomadas puede ser una solución eficaz para luchar contra este tipo de dolencias, si siempre salen en la misma zona. Así, el roce será menos intenso.
Antes de caminar, es recomendable también la aplicación de polvos de talco bajo los calcetines (evitando que se creen arrugas). Así se evitará la sudoración excesiva. El uso de un calcetín fino bajo uno más gordo ayudará a absorber el sudor.

No es nada aconsejable estrenar botas, y sí utilizar un calzado que esté algo gastado.

A lo largo de las caminatas, el pie agradecerá un poco de frescor. No dudes en aprovechar cada vez que encuentres un río.

Cuidar las uñas y revisarlas diariamente también es muy importante.

La tendinitis es otra de las dolencias habituales en el Camino. El peregrino la apreciará cuando sienta un dolor intenso en un músculo o grupo de músculos, junto a una inflamación.

¿Cuál es la cura para esta dolencia? El descanso total durante días. Además, también se aconsejan los antiinflamatorios, los analgésicos y una buena hidratación.

Lo recomendable es salir correctamente hidratado del albergue, por lo que es necesario que comiences a beber 1 hora antes de abandonarlo.

Las quemaduras son también dolencias habituales. Por ello, la protección solar es imprescindible durante el Camino: es necesario el uso de cremas, gorras y gafas de sol.